La Biología Evolutiva desmonta los «argumentos» religiosos
A lo largo de la Historia quizás no haya habido error humano más monumental que el consistente en atribuir la asombrosa diversidad de la vida a un acto consciente de una entidad supuestamente omnisciente y todopoderosa, cuando la Biología Evolutiva ha demostrado que toda esa casi infinita variedad de seres vivos ha sido el resultado de un largo proceso evolutivo implacable y totalmente carente de moral alguna.
Porque los religiosos en general, y los cristianos en particular, presentan a las estilizadas gacelas, a los simpáticos suricatos, a los delicados colibríes y a las bellas flores como “pruebas” de una divina creación por parte de una magnánima divinidad.
Sin embargo, no solo para los estudiosos de la Biología sino también para cualquier persona mínimamente racional, es evidente que la Naturaleza rebosa sufrimiento, miedo y dolor. Porque las estilizadas gacelas lo son, no por elección estética propia, sino porque llevan millones de años enfrentadas a una eterna y terrible carrera armamentística con sus fieros enemigos: los guepardos. Una sangrienta carrera que termina siempre, tarde o temprano, de la forma más horrible: con las bellas gacelas entre las fauces del depredador.
Porque la bella estampa de las estilizadas gacelas y los rapidísimos guepardos es el espantoso resultado de una despiadada selección natural que, a lo largo de millones de años, ha ido escogiendo los ejemplares más rápidos y ágiles de ambas especies, animales obligados por sus propios instintos de supervivencia a repetir la misma escena una y otra vez hasta el infinito, demostrando únicamente que no hay poesía alguna en la Naturaleza inspirada por un magnánimo y artístico “creador”, sino solo un pavoroso terror en la presa y un hambre feroz en el depredador.
Lo mismo ocurre con los “simpáticos” suricatas de la siguiente fotografía
que no están posando felices y relajados para un documental, sino que están poniendo en práctica un comportamiento ancestral, evolutivamente seleccionado a lo largo de millones de años (tan metido dentro de su genoma como si hubiera sido cincelado en piedra) que les ha permitido sobrevivir como especie a halcones, chacales y águilas. Es decir, donde los religiosos ilustrados ven belleza y armonía en realidad solo existe precaución, ansiedad y miedo por parte de unos indefensos animalillos expuestos a los terribles peligros de la siempre implacable Naturaleza.
Y este proceso evolutivo donde no hay moral ninguna, ya que miles de especies sobreviven alimentándose de las maneras más «crueles» de otras miles de especies es lo que muy sagazmente llevó a Darwin a cuestionar a una divinidad, que en caso de existir sería todo menos benevolente.
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Bueno, yo no llamaría cruel a la naturaleza. El concepto de crueldad es, en realidad, una visión subjetiva humana que, fuera del ámbito de las propias relaciones humanas, es de difícil aplicación. La naturaleza es, simplemente, como es, una gran panoplia de muy distintas opciones (especies) cuyo único objetivo es la supervivencia. Y para ello es preciso un cierto grado de destrucción. Todos participan en tal destrucción: los carnívoros (incluidos omnívoros y carroñeros) cazan, matan y devoran a otros animales (generalmente herbívoros) para alimentarse (destrucción de formas de vida). Pero los herbívoros también tienen que sobrevivir, y para ello se comen las más variadas especies de vegetales que sufren su destrucción para la salvaguarda de la vida animal. Pero incluso los vegetales compiten entre ellos para la supervivencia. Así pues, no puede existir forma de vida alguna que no genere a su vez un cierto grado de destrucción. Pero no me parece correcto hablar de crueldad. La crueldad se da en los humanos, especialmente cuando por diversión, avaricia o ambición, actuamos con violencia contra otros seres vivos, incluidos los de nuestra propia especie. Es una violencia gratuita porque no busca satisfacer necesidad alguna. Eso es crueldad.
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Es un poco OT, pero me pregunto si a los defensores del diseño inteligente o los de aquel libro les gustaría que tuvieran razón pero no de la manera que ellos desean y la inteligencia que defienden resultara ser muy distinta a la que ellos imaginan/esperan sabiendo de dónde vienen, incluido que fueran varias inteligencias y no una.
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Eduardo por esa misma tendencia que comentas que tenemos los humanos a medir todo desde nuestra propia óptica he escrito crueles entre comillas.
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