Inicio > Escepticismo, Humor > El Oso y el Duraznero (Melocotonero)

El Oso y el Duraznero (Melocotonero)

12 agosto, 2009

Oso

Oso malayo (Helarctos malayanus), de Malasia. Por lo que no es la especie de oso de la historia (Sudamérica) 😉

Una vez, en medio de un bosquecillo, había un pueblito. Era un pueblito pintoresco y genérico, de los que se suelen fabricar por docenas para cuentitos como éste, con su escuelita, su cura y su zapatero remendón.

Resulta que muy cerca de este pueblito crecía un duraznero, un gran duraznero silvestre. Todos los veranos sus ramas se llenaban de frutas gordas y aterciopeladas que los chicos miraban desde lejos.

Sólo las miraban, porque no podían hacer otra cosa.

—No agarres duraznos de ese duraznero —los reconvenían sus madres—. Hay un oso que ronda el árbol y se come a los que se acercan.

Y ellos obedecían, por supuesto. Se contaban historias de niños traviesos que por hartarse de duraznos habían sido devorados por el oso. Así que los chicos se reunían en el linde del pueblo y miraban los duraznos soñando con la pulpa dulce y jugosa, pero todos se mantenían lejos.

Todos, menos uno.

Una tarde, a la hora de la siesta, un valiente fue derecho al duraznero. Tomó un durazno con temor, mirando cautelosamente a uno y otro lado; se lo comió y tiró el carozo. A continuación se comió otro, ya con más confianza. Y otro. Y otro más. Comió hasta que no pudo seguir y después se durmió a la sombra del árbol.

Ahí lo encontró su mamá al caer la tarde.

—¡Te dije que no comieras duraznos! —le gritaba mientras lo iba arreando a cachetazo limpio hasta su casa—. ¡Te podía haber comido el oso!

Pero no se lo había comido, y la noticia dejó atónito al pueblo. Hasta la fecha, todas las historias eran unánimes: chico que comía duraznos, chico que terminaba en el estómago del oso. Esa misma noche, los hombres instruidos se reunieron en el club a deliberar sobre el asunto mientras tomaban grapa Valle Viejo y jugaban al mus.

—A lo mejor el oso se murió —conjeturó el almacenero—. Después de todo, las historias son muy antiguas.

—Imposible —respondió muy seguro el director de la escuela—. Si el oso se murió, no hay nada que impida que los chicos se empachen de duraznos y después no quieran cenar.

Y, como eso era indeseable, todos estuvieron de acuerdo en que debía ser un oso muy longevo.

Fue el viejo bufetero del club el que dio con la solución. Las historias coincidían en que el oso se comía a los chicos que agarraban duraznos, pero en ningún lugar decía que lo hiciera inmediatamente después del hecho. Bien podía ser que, más tarde o más temprano, el oso acudiera a la casa del pequeño transgresor para alimentarse.

Era una respuesta tan satisfactoria como alarmante. Un oso en el pueblo siempre era un peligro, en especial uno tan rencoroso como aquél. Al día siguiente, todo el pueblo se armó en previsión de su visita.

La visita no se produjo en lo que quedaba del verano, ni tampoco en el otoño. Al fin, el invierno llegó sin que se hubiese visto oso alguno. Los braseros calentaban el club la noche que los hombres instruidos se reunieron a deliberar mientras tomaban caña Legui y jugaban a la generala.

—El oso ya no va a venir —opinó el comisario—. Ya debe estar hibernando en su cueva.

—¿Qué cueva? Si por acá no hay ninguna —retrucó el almacenero.

—Debe ser un oso que no hiberna —aventuró alguien.

—Debe ser un oso que no necesita cueva.

—Debe ser un oso que cava su propia cueva, como las vizcachas.

Entonces al cartero, que hacía poco que vivía en el pueblo, se le ocurrió decir:

—Para mí que el oso no existe.

Los demás se rieron de semejante ocurrencia. Le señalaron las escopetas y los machetes que tenían preparados desde hacía meses, y le hicieron notar que solamente un bobo se arma contra un oso inexistente. Hasta el intendente y el director de la escuela se habían armado, y ésos no eran ningunos bobos.

—Es más, mañana vamos a ir a cazarlo para que vea que sí existe.

Dicho y hecho: todo el día siguiente buscaron en el bosquecillo lindero al pueblo. Pasó la mañana y pasó la tarde, y al final se hizo de noche sin que hubiera aparecido ningún oso. Ni huellas de oso. Ni heces de oso, ni pelos de oso, ni nada.

—Cosa rara —dijo un baqueano al comprobar el gran sigilo del oso y su capacidad para esconderse en el monte ralo. El veterinario estaba maravillado por el eficiente metabolismo que debía tener para no producir desechos. El zapatero, por su parte, habló de lo gruesa y suave que tenía que ser la piel de sus patas si no dejaba huellas. Y, para no ser menos, el peluquero alabó la fuerza de su pelaje.

Todos estuvieron de acuerdo en que debía ser un oso muy particular, y redoblaron la vigilancia.

MelocotónPasó el tiempo, un tiempo largo. Varias veces el duraznero se llenó de frutas grandes y fragantes que terminaban pudriéndose en el suelo porque nadie las comía. El último que lo había hecho dejó de ser un chico para convertirse en un hombre, un muchachón fornido que un buen día se fue del pueblo en busca de horizontes más amplios.

Una vez más, los hombres instruidos se reunieron en el club para debatir el asunto mientras tomaban ginebra Bols y jugaban al tute cabrero.

—¿Cómo va hacer el oso para encontrarlo? —planteó el jefe de la estación de tren.

—Lo va a seguir a la ciudad —arriesgó un perito mercantil que andaba de paso.

—Le va a seguir el rastro por el olfato.

—Debe tener contacto con osos de otros lugares.

—El oso es un cuento —metió bocadillo el que había sido cartero y ahora era jefe de la oficina de correo—. Lo inventaron hace mucho las madres del pueblo para que los chicos no se empachen de duraznos y después no quieran cenar.

—Vea, don —se le enojó el comisario—, yo no sé cómo será en el lugar de donde viene usted, pero aquí no se insulta a las madres de los demás llamándolas mentirosas.

—Además —dijo otro con una risita—, si está tan seguro, ¿por qué no va usted a comer duraznos?

No contaban con que el antiguo cartero aceptara el desafío. Al día siguiente fue al duraznero, se atiborró de fruta y durmió la siesta a la sombra. Al atardecer, cuando volvía al pueblo, se encontró con que le cerraban el paso.

—¿Qué hizo, animal? —lo levantaron en peso el intendente, el cura, el director de la escuela y varios más—. ¡Ahora el oso va a venir a buscarlo a usted! ¿Es que no piensa en las pobres criaturas que pone en peligro? ¡Váyase! ¡Váyase y no vuelva más!

Y, después de echar al viejo, se levantó un cerco alrededor del duraznero y se emitió un edicto que condenaba al destierro a todo el que se atreviera a cruzarlo.

Pasaron años. Muchos años. El duraznero terminó por marchitarse y se lo comieron los bichos. El pueblo creció en torno al lugar donde había estado, que hoy es una plaza.

Todos los años, la Plaza del Duraznero es el centro de un festival que atrae gente de toda la región. Los visitantes ven representaciones de las antiguas historias: el muchacho que comió un durazno y huyó para proteger a su familia del oso; el cartero que violó insensatamente la ley y fue expulsado por las autoridades. Ambos debieron encontrar la muerte en tierra lejanas, bajo las garras y los colmillos del oso. Después de las representaciones viene el desfile, en el que los lugareños exhiben orgullosos las armas con que un día darán caza a la bestia sanguinaria.

Por supuesto, nunca falta en esos días un forastero que, después de un par de tragos de grapa, caña o ginebra, se atreve a ofender la tradición local sugiriendo que el oso es un invento. Pero los lugareños están preparados para eso, y enseguida le hacen ver que solamente alguien que no sabe nada de la longevidad del oso, del rencor del oso, de los hábitos de hibernación del oso, del sigilo del oso, del metabolismo del oso y del olfato del oso puede hacer una afirmación tan incauta e ignorante.

—¿Y el duraznero? —suele preguntar a continuación el impertinente, señalando la plaza y el cerco vacío. Y los lugareños, armándose de paciencia, explican una vez más lo que debería ser obvio para todos:

—El duraznero es una metáfora.

peachTree

Historia original de Andrés Diplotti.

No olviden visitar su blog, Pez Diablo.

¡Gracias desde «La Ciencia y sus Demonios«!

Entradas relacionadas:

  1. 12 agosto, 2009 a las 10:58

    Genial! Le he dejado al autor una felicitación en su blog.

    Saludos.

    Me gusta

  2. PICAPOYOS
    12 agosto, 2009 a las 11:11

    Buena historia. Queda claro que no hay que temer al oso sino al pueblo. ¿O no?

    Me gusta

  3. 12 agosto, 2009 a las 12:45

    😆 😆 😆

    Me ha encantado ese final.

    Me gusta

  4. PICAPOYOS
    12 agosto, 2009 a las 13:22

    Todavía estás a tiempo de comprar unas cervecitas y disfrutar de una noche de verano. Deja el ordenata un rato.

    http://www.somyce.org/modules.php?name=News&file=article&sid=45

    Saludos

    Me gusta

  5. 12 agosto, 2009 a las 16:50

    Pues sí, se tercia noche de terracita….

    Me gusta

  6. 12 agosto, 2009 a las 17:53

    Buenisimo el cuento del oso, ahora voy a decirselo al autor. Lo más divertido es que durante todo el cuento me he estado imaginando a un oso malayo como el de la imagen, muy terrible. XD

    Me gusta

  7. Creata-en-la-cloaca
    12 agosto, 2009 a las 19:22

    Enhorabuena por vuestro blog! Una buena forma de luchar contra la basura creata que inunda la red!

    Me gusta

  8. Creata-en-la-cloaca
    12 agosto, 2009 a las 19:55

    Una pequeña aclaracion. Puesto que Durazno es el nombre que se da en Sudamerica a los melocotoneros, es de suponer que la historia transcurre en este continente, con lo cual la imagen del oso es errónea, ya que corresponde a un oso malayo, como apunta Hexo, especie asiatica (Helarctos malayanus), como indica su nombre. En Sudamerica habita el oso de anteojos, otra especie distinta (Temarctos ornatus).

    Me gusta

  9. 12 agosto, 2009 a las 20:12

    Buen apunte, pero… ¿no serás tú uno de esos de los que dudan de la existencia del oso y pretenden minar nuestras arraigadas tradiciones con detalles técnicos intrascendentes, verdad? 😆

    En todo caso, gracias y bienvenido al blog. Acabo de ver que sigues liado discutiendo con Creacionismo.net en el blog de Pere. Hace falta paciencia… 😀

    Te paso el enlace de la última discusión que tuvimos con él. Aunque salió escaldado veo que eso no le impide seguir diciendo las mismas tonterías:

    Tengo una pregunta para usted, anti-evolucionista

    Me da que va a ser nuestro próximo candidato a la sección de «El profeta aneuronado». En cuanto suelte alguna frase épica de las suyas. 😀

    Me gusta

  10. 12 agosto, 2009 a las 20:27

    Cierto, el detalle técnico del oso… Pero, ¿a que está chulo? 😀

    Ahoro lo anoto, jeje.

    Me gusta

  11. 12 agosto, 2009 a las 21:12

    A mi me gusta ese oso, no lo cambies por favooooooooooooor

    Me gusta

  12. Darío
    12 agosto, 2009 a las 21:12

    Muy buena historia. 🙂

    Me gusta

  13. 12 agosto, 2009 a las 22:57

    Si no voy a cambiar el oso, mola mucho 😀
    Solo he anotado que no es la especie de oso de la historia 😉

    Me gusta

  14. PICAPOYOS
    13 agosto, 2009 a las 11:45

    A vueltas con la etimología de las palabras veo que se generalizan conceptos injustamente.
    http://www.wordreference.com/definicion/durazno
    En Canarias se cultiva el duraznero diferenciándolo del melocotonero al igual que en el sur de Italia, Grecia, Líbano, Israel y Marruecos, entre otros. En algunas zonas de cultivo es imposible la plantación del melocotonero. En mi caso tengo la suerte de cultivar los dos y garantizo que son de aspecto, tamaño y sabor diferentes.
    No puedo dar su clasificación botánica e ignoro si científicamente se diferencia uno de otro pero creo que, al igual que la nectarina, el paragüayo, etc. el durazno debe ser una variación espontánea del melocotonero (?).
    En la Península no se ven los duraznos porque es fácil el cultivo del melocotonero (prunas persica) y comercialmente es más atractivo debido a la influencia del hombre en su evolución hasta llegar a esas bolas doradas inmaculadas que vemos hoy en los comercios.

    Me gusta

  15. Creata-en-la-cloaca
    13 agosto, 2009 a las 13:56

    Muy chulo el oso y muy buena la historia, y por supuesto el blog.

    Ya he visto vuestra discusion con este personaje. La que yo mantengo es muy parecido, repite siempre lo mismo. Le presentan pruebas pero el pasa de ellas olimpicamente.

    Creo que Creacionismo.net es de los que, aunque salga escaldado, vuelve a tirarse a la olla hirviendo. Es un kamikaze de la ignorancia. Ese genoma compuesto por aminoacidos, y esos medios ojos esperando a ser ojos, como disfruto!

    Saludos!

    Me gusta

  1. No trackbacks yet.
Los comentarios están cerrados.