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La exitosa (y genocida) guerra biológica de Francisco Pizarro contra el Imperio Inca


Tras el “descubrimiento” de América el contacto entre europeos y nativos americanos tuvo desastrosas consecuencias epidemiológicas para los segundos, poblaciones que por llevar aisladas milenios quedaron indefensas antes los letales patógenos que los conquistadores llevaron inadvertidamente. Sin embargo, la situación todavía podía empeorar más cuando los hispanos advirtieron del poder letal que los patógenos estaban causando a los mesoamericanos.

Tal y como narraron algunos de los protagonistas de la conquista del Imperio Azteca

Cuando los cristianos estaban agotados por la guerra, Dios consideró oportuno enviar a los indios la viruela, y hubo una gran pestilencia en la ciudad.

Y así, esa terrible viruela que llevaba milenios asolando el Viejo Mundo se convirtió en el mejor aliado bélico que los conquistadores pudieron soñar. Y uno de estos aguerridos buscavidas, Francisco Pizarro la convirtió poco después en una muy eficiente arma de guerra a distancia.

Despues de más de 20 años buscando fortuna por el Nuevo Mundo Pizarro, durante su estancia en la actual Panamá se convence de la existencia real, más allá de los rumores de un imperio rico y populoso en las tierras del «birú», que era el nombre indígena de un río de la costa del Pacífico sudamericano, tierras que posteriormente fueron llamadas «Perú». Junto con el sacerdote Hernando de Luque y con Diego de Almagro organizó sobre el año de 1524 la empresa de la conquista de «las tierras de sur». En los años siguientes, partiendo de su base panameña, realizaron sucesivas exploraciones desembarcando cada vez más al sur a lo largo de la costa del Pacífico (océano que ya conocía Pizarro por haber formado parte de la expedición de Vasco Núñez de Balboa que culminó en el descubrimiento de este Mar del Sur) de los actuales países de Colombia y Ecuador, llegando finalmente al norte del Perú. Entre escaramuzas, asaltos varios y también en encuentros pacíficos con los nativos, confirmaron la existencia del imperio Inca o Tahuantinsuyu.

Durante estos viajes, las observaciones empíricas de sus capitanes habían permitido confirmar que la viruela producía una enorme mortandad entre la población indígena. Por esta razón, como prácticos guerreros que eran, solían llevar al frente de sus expediciones a soldados o esclavos portando lanzas con lienzos impregnados con las secreciones obtenidas de enfermos de viruela. También era habitual que cuando levantaban sus campamentos “abandonaran” prendas utilizadas por enfermos de viruela. Y además, cuando contactaban pacíficamente con los indígenas les regalaban habitualmente ropas infectadas de viruela o las intercambiaban por productos con los habitantes locales. Todo ello demuestra una evidente estrategia de guerra biológica, cuya finalidad era la de diseminar el mortal patógeno entre la población incaica para así facilitar futuras victorias militares cuando avanzaran más profundamente en el sur de continente sudamericano.

Hacia enero de 1531, una vez que consiguió la autorización del emperador Carlos I, Francisco Pizarro emprendió la conquista de Imperio Inca con una tropa todavía más reducida que la que Hernán Cortés comandó frente a los aztecas, ya que contaba únicamente con 166 soldados y 25 caballos. Pero su previsora estrategia previa de guerra biológica había dado sus frutos ya que se encontró un imperio en plena descomposición, puesto que Huaina Capac, el antepenúltimo Inca del Tahuantinsuyo había fallecido alrededor de 1527 víctima de la epidemia de viruela que asolaba al imperio y que como en el caso azteca mató a una alta proporción de una población que no había tenido contacto previo alguno con tan letal patógeno. Cuando el soberano nombró en su lecho de muerte a su hijo Ninah Cuyuchi como sucesor, los emisarios enviados de llevar la noticia de su elección al príncipe lo encontraron también muerto por la viruela y cuando retornaron a la corte descubrieron que el Inca también había muerto.

La epidemia y el vacío de poder derivaron rápidamente en una guerra civil fratricida en la que los medio hermanos Huáscar y Atahualpa lucharon por el trono hasta que este segundo pretendiente venció y ejecutó a Huáscar en 1532, tan solo unas pocas semanas antes de ser primero capturado y después ejecutado por Francisco Pizarro en Cajamarca. El breve lapso de tiempo que pasó entre su recién conseguido trofeo como Inca y la llegada de los conquistadores españoles fue totalmente insuficiente para conseguir la suficiente solidez política y militar necesaria para enfrentarse a la invasión europea, máxime teniendo en cuenta de la muy probable situación claramente apocalíptica a la que estuvo sometida la población del reino austral en esos últimos años. El resto ya es por todos conocido: había desaparecido en tiempo record el segundo y último imperio aborigen de las Américas y el pequeño y periférico reino castellano se acababa de encumbrar como una potencia mundial indiscutible, una preeminencia que mantuvo hasta mediados del siglo XVII.

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  1. Eduardo Baldu
    7 septiembre, 2023 a las 12:05

    Como ya comenté en la entrada anterior, la conquista de la América hispana fue el escenario del uso de la guerra biológica. Sin embargo en dicho comentario había un error. Decía que tal procedimiento fue usado inconscientemente. Puede que al principio fuera así, pero es evidente que, conscientes del efecto de las enfermedades europeas en la población nativa, la aplicación de esta guerra biológica fue totalmente a sabiendas. No es extraño, ya que desde hacía siglos el uso de esas tácticas era habitual (Como lanzar cadáveres de muertos por la peste al interior de fortalezas sometidas a asedio, mediante catapultas). Como ya dije, la moral de los “afamados” conquistadores era la propia de los delincuentes de peor calaña. Por eso me resulta insultante esa propensión a enorgullecerse de tales conquistas.

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  2. Leyenda negra clara o rosa oscura
    7 septiembre, 2023 a las 14:57

    Hay que dejar de utilizar ciertas palabras a todas horas para evitar desnaturalizarlas. Genocidio es intentar exterminar sistemáticamente a un grupo humano por  motivo de raza, etnia, religión, política o  nacionalidad. Dudo que Pizarro (ni ningún conquistador castellano) quisiera eso porque se quedaría son vasallos/sirvientes/esclavos a los que gobernar. Y por favor, no caigamos en el presentismo de juzgar la guerra biológica hace 500 años con nuestros valores morales, ¿o también vamos a poner en la picota a la gran Atenas de Pericles, cuna de la democracia, por tener esclavos?

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  3. 7 septiembre, 2023 a las 17:34

    Las intenciones quedan dentro de la cabeza de cada uno, pero los hechos son los hechos: Pizarro intentó conscientemente propagar una enfermedad mortal que él mismo sabía que producía una gran mortalidad entre los nativos.
    Por ello eso de «Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, POLÍTICA o nacionalidad.» le viene al pelo, por eso de querer eliminar a todo un imperio enemigo sin necesidad de combatir ya que en la práctica Pizarro comandaba lo que en su época era más o menos una compañía de infantería.

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  4. 7 septiembre, 2023 a las 19:06

    Es más, este comentario de “Leyenda negra clara o rosa oscura” me ha hecho recordar mis ya desgraciadamente lejanos años de mi bachillerato. Cuando nos explicaron en clase de Historia la conquista de América yo no llegué a entender nunca cómo fue posible.

    A la vista de lo que nos contaban nuestros profesores había algo que no cuadraba: los conquistadores no parecían soldados más o menos arrojados, aguerridos o más o menos ávidos de gloria y oro, simplemente parecían dementes dispuestos a suicidarse.

    Cualquier general o caudillo de la Antigüedad calibraba mucho sus opciones y valoraba mucho sus fuerzas y sobre todo las del enemigo. Así por ejemplo era impensable que Alejandro Magno (por muy genial estratega que se creyese) fuera a invadir el Imperio Persa acompañado tan sólo de una compañía de soldadesca varia. No, las campañas militares de la Antigüedad que tuvieron éxito estaban perfectamente planificadas y eran orquestadas por miles o decenas de miles de soldados perfectamente adiestrados durante años la mayoría de las veces, bajo una estricta cadena de mando y no estaban formadas por 200 individuos reclutados en cualquier taberna de las lindes del Imperio.

    Y sin embargo, hete aquí que contra toda lógica militar los conquistadores españoles parecían extraterrestres con superpoderes, se juntaban un par de cientos de individuos con diversa experiencia militar, cada uno de su padre y de su madre como reza el dicho castellano y por arte de birlibirloque a tomar vientos ¡y en cuatro días! todo un Imperio como el Inca que ocupaba 2 millones de km2, tenía una población de unos 10 millones de personas y seguramente podría movilizar cientos de miles de soldados.

    Sin embargo, cuando se analizan en profundidad los hechos todo se aclara: Pizarro no era un demente adicto al oro, sino un maquiavélico estratega que planificó perfectamente sus pasos y sus opciones durante años para tener completamente controlado el tablero de juego y conseguir una victoria total con el mínimo número de fuerzas propias. Algo al estilo de los espartanos en las Termópilas: no importa cuántos soldados lleve el Persa, ya que tendrán que luchar prácticamente de uno en uno. Pues en este caso una vuelta de tuerca más: no importa cuantos soldados tenga el Inca, porque cuando llegue la batalla tendrá muy pocos operativos.

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  5. Eduardo Baldu
    8 septiembre, 2023 a las 12:43

    Hay cosas que me tocan las narices, por no decir otra cosa. Lo que algunos llaman presentismo no es más que una falacia que busca justificar lo injustificable, y las “figuran históricas” que se pretende ensalzar aunque estén llenas de mierda.
    Se suele alegar que los criterios imperantes condicionan las sociedades, y que juzgar los hechos pasados desde nuestra óptica es una valoración errónea.
    Vamos a ver, destruir, asesinar, esclavizar, oprimir son actos que merecen la más absoluta condena, sea la época que sea en la que se hayan realizado. Si en algún momento tales actos pueden ser considerados aceptables, también deberíamos reconocer que lo son ahora, porque siempre habrá circunstancias y condicionantes que permitan justificarlo. Por ejemplo, las invasiones y guerras de agresión que desencadenó Hitler serían justificables por las “necesidades” de Alemania de ampliar territorios necesarios para su expansión económica, de la misma forma que el colonialismo se justifica como la necesidad de ampliar el control sobre recursos ajenos para garantizar la propia expansión económica. Por supuesto todos esos argumentos se fundamentan en la ambición y avaricia de unas clases dominantes que se consideran superiores a todos los demás. Después “vestiremos” tales intenciones con la parafernalia y el oropel del “amor a la patria” y otras sandeces. Pero lo que hay detrás es pura y simple avaricia, y una total falta de respeto y empatía hacia quienes sufran las consecuencias de tales actitudes, ahora y hace dos mil años, que las motivaciones para los abusos y las tropelías siempre han sido las mismas.
    Por otra parte, tampoco es cierto que ese “pensamiento dominante” haya sido totalmente homogéneo a lo largo del tiempo. Siempre ha habido personas críticas con tales actitudes, y un ejemplo es el de Ciro el grande, que abolió la esclavitud en Babilonia, declaró que todas las personas tenían el derecho a escoger su propia religión y estableció la igualdad racial, y eso en el 539 a. C. Así pues, personas cuyo pensamiento estuviera más cercano al actual, en estas cuestiones, siempre ha habido, y como siempre, han sido incómodas para quienes detentaban el poder.
    Además, la actual evolución de lo que llamamos “Derechos Humanos” (Cuya aplicación real está muy, muy lejos de ser total y universal), además de los pensadores que han defendido esos conceptos a lo largo de la historia, en realidad ha dependido de las mismas necesidades de los intereses de los poderosos. No es porque sí que la guerra de secesión norteamericana dividiera el país entre un norte industrial (antiesclavista) y un sur agrícola (esclavista). La revolución industrial convirtió a esclavitud en obsoleta. Para nuestra desgracia, lo que ha hecho evolucionar nuestra sociedad no es tanto el humanismo y la racionalidad como los cambios en los mecanismos de explotación y enriquecimiento de las clases dominantes. De ahí que, aunque nos llenamos la boca hablando de derechos humanos, estos brillan más por su ausencia que por su presencia.

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  6. Leyenda...
    9 septiembre, 2023 a las 11:58

    Buf, cuanto que revatir. Vale, voy a comprar que el que es malo es malo ahora y siempre así que vamos a coger toooooodas las figuras históricas (o al 95%de ellas) y vamos a mandarlas la infierno porque provocaron o participaron en guerras que causaron muertes y sufrimiento. El mentado Ciro el grande, Cayo Mario, Carlomagno, Mahoma, Túpac Inca Yupanqui, Bolívar, José San Martín, Napoleón o Churchill. Todos tomaron decisiones que provocaron muertes.
    Y ciertamente, el cuento de que Pizarro y Cortés con cuatro gatos conquistaron imperios tremendos, es un cuento. Si conquistaron esos imperios fue porque una parte significativa de la población local (o sus caciques) se puso de su parte de un modo muy sencillo: juras lealtad al mi rey, te bautizas y sigues gobernando tu chiringuito. Y para sellar el acuerdo me caso yo (o cualquiera de estos otros cuatro gatos que me acompañan) con tu hija. Por comparar con el genocidio por antonomasia, Adolf o Heinrich jamás se habrían casado con una judía. Por algo hispanoamérica es una tierra mestiza, hija de dos mundos. Y con esto no niego que Pizarro fuera un cabrón sanguinario y avaricioso ni quiero loar su figura, pero si todo es genocidio, nada es genocidio

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  7. 9 septiembre, 2023 a las 16:42

    Es que la Historia está llena de personajes que solo sabían solucionar los problemas invadiendo y masacrando a los vecinos más o menos próximos. A lo mejor si en las clases de Historia se llamara a estos individuos como lo que son, es decir asesinos lo mismo empezaríamos a educar a las nuevas generaciones en el diálogo y no en ese habitual, pero también criminal enfrentamiento construido sobre una montaña de cadáveres.

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  8. 9 septiembre, 2023 a las 16:47

    «pero si todo es genocidio, nada es genocidio».
    Pues te equivocas. El hecho de que el genocidio haya sido el comportamiento habitual de nuestros antepasados históricos no debe llevar a minusvalorarlo. Como he dicho antes: si como sociedad entendiéramos lo errados que que estaban nuestros antepasados a la hora de «arreglar» cualquier problema a garrotazos con los vecinos o extranjeros quizás podríamos empezar a ser más civilizado. Pero mientras se glorifique a los Ciros, Alejandros, Pizarros y demás mal vamos.

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  9. Leyenda...
    9 septiembre, 2023 a las 17:34

    En fin, no estoy de acuerdo. En estos casos los matices son importantes. Si un marido mata a su mujer porque ha pedido el divorcio es un crimen machista, si la mata para cobrar el seguro, es un crimen por dinero, si la mata porque tiene una enfermedad terminal incurable con graves sufrimientos a petición de ella… pues es otra cosa. Guerra salvaje por conquista y avaricia, sí. Genocidio, para mí no.

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  10. 9 septiembre, 2023 a las 17:55

    Parece que no te has leído o peor aún, que no has comprendido nada de lo escrito en la entrada. Te lo resumo: Pizarro propagó a sabiendas y con toda la criminal intención una plaga que sabía que iba a matar a los indios a miles. Si eso no es genocidio pues entonces apaga y vámonos.

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  11. Eduardo Baldu
    10 septiembre, 2023 a las 0:13

    ¿Revatir? ¿Qué significa “revatir”? ¿Querías decir debatir o querías decir rebatir? Que, evidentemente, son dos conceptos diferentes.
    Por supuesto, a lo largo de la historia ha habido muchos personajes que han tomado decisiones que han tenido consecuencias mortales para un número considerable de personas.
    Pero lo que debemos valorar no es tanto este hecho como las motivaciones que les llevaron a tomar tales decisiones. Pongo un ejemplo: Citas a Churchill, y este personaje es criticable por diversas posturas políticas, como el hecho de favorecer (Aunque fuera indirectamente) a los golpistas que se alzaron contra la República Española. Es evidente que su decisión de no rendirse ante la ofensiva alemana llevaba implícito un gran sufrimiento para el pueblo inglés, con cientos, incluso miles de muertos. ¿Debemos considerar eso un crimen? No, para mí eso no es un crimen, es la resistencia, precisamente, a la iniquidad y a la maldad, porque la oposición a un régimen como el nacismo es una obligación de cualquier persona que se considere como tal. En cambio, su actitud frente a los territorios ocupados (invadidos) que constituían el imperio británico, si es claramente criticable.
    Pero los actos motivados por la ambición y el deseo de poder solo pueden ser considerados como degradantes para la humanidad. Cualquier otra consideración solo demuestra una total pobreza de espíritu humano. No existe razón alguna para justificar que una persona o un grupo de personas, motivadas por su ambición, su avaricia, su deseo de poder, puedan someter, explotar, maltratar o asesinar a otras personas. Todas las formas de imperialismo siempre se han justificado por una supuesta supremacía del invasor. Pero eso solo esconde un inaceptable desprecio por los sujetos sometidos a la imposición imperialista.
    Defender a semejantes impresentables solo demuestra la clase de persona que uno es, es decir, también un impresentable.

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  12. Eduardo Baldu
    10 septiembre, 2023 a las 10:39

    Genocidio: Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.
    ¿Para qué era importante reducir la población y desestructurar las sociedades existentes en América, para el imperio español? Para poder tomar el control de la zona y apoderarse de los recursos de la misma. Es decir, existían unos motivos políticos para causar una gran mortandad y destrozar la capacidad de resistencia a la invasión de las sociedades existentes, y eso entra plenamente en el concepto de genocidio.

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