Esto no te lo esperabas Elder

Hoy, aprovechando la llegada del buen tiempo, he ido un rato a hacer deporte al mayor parque público de mi ciudad. La primavera está explosiva por estas latitudes y la gente aprovecha para salir a pasear en riadas, como si fuésemos hormigas abandonando momentáneamente el hormiguero. Después de la dura caminata me he sentado en un banco del parque a rehidratarme y he podido contemplar una escena gloriosa: tres mormones, de esos de corte de pelo militar, camisa blanca, corbata horrible y pantalón de pinzas, con una chapita en la que pone su nombre, Elder, todos se llaman Elder, y que hablan español con el mismo acento que el personaje de Gabino Diego en la película “Amanece que no es poco”, rodeaban a un señor menudo de más de ochenta años que en ese momento aprovechaba su turno de réplica en el debate para decir lo que pensaba.

Los mormones, al igual que los testigos de Jehová son grupos pseudocristianos que aceptan algunos de los textos bíblicos y los acompañan de otros de su propia cosecha. Pero al igual que los evangélicos, tanto a los testigos de Jehová como a los mormones le gusta poco la evolución y no quieren saber absolutamente nada de la formación de la vida por mecanismos que no precisen de un ser sobrenatural que agite su varita mágica. Por eso me ha llamado la atención, tanto que aquí estoy compartiéndolo, que este anciano de pequeño tamaño, provisto de una garrota para evitar traidoras caídas en una ciudad plagada de trampas contra los peatones, estuviera en esos momentos diciendo:

(…) pues la verdad no sé como se formó la vida, pero hay teorías acerca de ello. Pudo llegar del espacio, ya sea como una serie de organismos que florecieron aquí, o como compuestos orgánicos que se transformaron y evolucionaron hasta lo que hoy vemos (…)

La cara de los mormores mostraba que su comprensión de lo que les estaban contando era nula y sus pies estaban orientados en clara dirección de huida hacia otra presa más sumisa, pero estos jóvenes predicadores son educados y saben ser respetuosos con las personas mayores, con lo que les toca aguantar el chaparrón; seguro que ante alguien joven ya se habrían despedido con cualquier excusa. ¡No todo está perdido!