¡Arrepentíos pecadores!, el fin del mundo se acerca

La noticia del tremendo terremoto y del tsunami, así como el riesgo nuclear que vive Japón ha tenido una respuesta de grandes dimensiones en la blogosfera. Los artículos que muestran las novedades, casi a tiempo real, de las labores de rescate, de las réplicas y de lo que se está viviendo en las cercanías de la central nuclear afectada por el tsunami, son muy abundantes. También encontramos gran número de post dedicados al estudio geológico de las placas del Pacífico y a una explicación divulgativa de lo que significa un terremoto de esa magnitud y el por qué de la formación de los tsunamis. No faltan los estudios acerca del funcionamiento de una central nuclear, sus puntos débiles, cómo se puede producir un incidente o las consecuencias de un accidente de gran magnitud.

Pero junto con todos ellos encontramos algunos artículos que son realmente repugnantes. Cada catástrofe da pie a la liberación hordas de magufos de distintos pelaje que aprovechan el río revuelto para hacer caja. Por poner sólo dos ejemplos encontramos los que afirman que una poderosa arma secreta, en manos de los que realmente gobiernan el mundo, ya sean Iluminati, templarios o productores de avellanas de Reus, ha provocado el terremoto. Ese arma va produciendo huracanes, terremotos o urticarias en dirigentes indeseables, según convenga a estos potentados.

Otro grupo que tampoco ha sabido callarse ha sido el de los fundamentalistas religiosos, entre los que destacan los armagenodonitas, esos que aprovechan cualquier catástrofe para afirmar que el fin del mundo se acerca, que la “segunda venida” está próxima y que todos debemos acercarnos a hacer caja, su caja por supuesto, no vayan ahora a confundir. Y encima hay, y me vais a permitir el exabrupto, imbéciles que les jalean y les siguen al grito de “Oh sana”. Estos armagenoditas, llegan a alegrarse de cualquier paso que signifique un acercamiento a nuestro final. Si sus profecías favoritas dicen que Israel ha de ser un país fuerte y que el Templo ha de ser reconstruido, ellos pasan a apoyar a Israel, haga lo haga, e invierten dinero para esa reconstrucción. Si su profecía dice que el fuego caerá sobre la Tierra ellos están a favor de la proliferación nuclear y no se oponen a un ataque “táctico” a sus enemigos que pueda acabar en una cascada de represalias que nos lleve a un enfrentamiento nuclear global. Todo sea por cumplir la profecía, o mejor dicho, por llevarla a cabo.

Pero, ¿el mundo no se acabará pronto? Ante una pregunta tan general sólo cabe una respuesta también muy general: hay elevadísima posibilidades de que no sea así. Aunque de aquí a 100 años, siendo optimista, todos los que están leyendo este post estarán muertos. Y junto con ellos todos sus conocidos y los conocidos de sus conocidos. Miles de millones en total, todo un fin de mundo, pero con un detalle, nuestro lugar será ocupado por otras personas que intentarán sobrevivir tal y como nosotros lo estamos haciendo.

¿Y todos estos terremotos y tsunamis? Hay que tener un analfabetismo histórico para no entender que esto mismo ha pasado miles de veces a lo largo de la historia de la humanidad y aquí seguimos dando guerra. Cada año se producen terremotos enormes, huracanes gigantescos, tsunamis, guerras, hambrunas, epidemias, catástrofes de todo tipo que matan a miles de personas. Millones de seres humanos viven sobre fallas geológicas que se mueven cada cierto tiempo, junto a océanos que golpean con potencia, en costas azotadas por huracanes o en planicies de inviernos infinitos. Quien crea que este terremoto es un signo de algo excepcional que tome un libro de historia y lea como un tercio de la población de Europa sucumbió a la peste negra, como durante la pequeña edad de hielo del medievo las hambrunas se llevaron por delante varios millones de personas, como la entrada de la viruela en el Nuevo Mundo provocó un genocidio en los pobladores de esas regiones, como los tsunamis y los cambios climáticos se llevaron acabaron con imperios colosales que se creían los amos del mundo.

Y por supuesto junto a cada catástrofe estaban los “brasas” de turno anunciando el fin de los tiempos. Desde los sacerdotes de Amón hasta los puritanos expulsados de Europa, pasando los brujos de las tribus africanas y los telepredicadores del cinturón bíblico de EEUU se ha mantenido esa cantinela ¡arrepiéntanse que esto se acaba! (pero antes pasen por el stand situado a la entrada a comprar nuestros productos).

Nuestra propia historia, y la historia de nuestro planeta muestran que no se pueden extraer conclusiones de una serie de eventos adversos como los que ahora vive Japón, por mucho que algunos se empeñen en que se están cumpliendo unas presuntas profecías escritas en épocas que ya nadie recuerda. Vivamos intensamente el día a día, sin que nadie nos los amargue con sus amenazas, el fin del mundo le llega a cada uno sin necesidad de que nos lo estén recordando cada día.