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Vampiros del siglo XXI ¡y a qué precio!


Quizás uno de los personajes más famosos de la ficción sean esos vampiros de la literatura o del cine que buscan siempre ávidos esa sangre fresca (a ser posible de atractivas doncellas) que les permiten mantenerse jóvenes sin envejecer durante siglos.  Pues en este más que tecnológico siglo XXI esa leyenda de conseguir detener el envejecimiento mediante la administración de sangre de donantes jóvenes (sin necesidad de mordiscos, sino con una simple transfusión no se vaya a creer) parece haberse hecho casi realidad si nos atenemos a la publicidad de algunas compañías biotecnológicas.

Desde que el novelista Bram Stoker publicada su archiconocida novela inspirada en Vlad Tepes, un príncipe de Valaquia del siglo XV cuyo nombre original fue el de Vlad Drăculea pero que se ganó a pulso el sobrenombre de Vlad el Empalador por su particular y más que cruenta forma de deshacerse de los enemigos que tenía a mano y de aterrorizar a aquellos otros que todavía estaban fuera de su alcance, el mito del vampiro ha sido prolífica fuente de inspiración del género de ficción, aunque bien es verdad que ha estado presente casi desde siempre en prácticamente todas las culturas humanas como un ente no muerto que se mantiene a lo largo del tiempo gracias a la ingesta de la sangre (tejido líquido que ha sido considerado tradicionalmente la esencia vital de cualquier ser vivo) de sus víctimas, cuanto más mejor.

Pues bien, en este siglo XXI (en donde se suceden los avances científicos con asombrosa rapidez) algunas empresas biotecnológicas de nuevo cuño han encontrado la forma de actualizar este mito y de paso obtener jugosos beneficios. Y a diferencia de otras muchas «terapias», cuya base científica es no sólo inexistente sino que encima entran en franca contradicción con el actual conocimiento científico, la «transfusión de sangre joven» tiene una importante base experimental, al menos en ciertos modelos animales.

En fisiología experimental, la parabiosis es una técnica más que clásica (ya que por su invención recibió el zoólogo, fisiólogo y político francés Paul Bert un premio de la Academia de Ciencias de Francia allá por el ya lejano año de 1866) por la que se unen quirúrgicamente dos organismos vivos, que acaban desarrollando sistemas fisiológicos únicos y compartidos. El ejemplo más utilizado es el de conectar arterias y venas de dos ratones, de tal manera que ambos terminan compartiendo un sistema circulatorio común. Numerosos experimentos realizados a lo largo del tiempo han demostrado que esta técnica altera la fisiología de ambos especímenes de tal manera que si se unen un par de ratones (uno viejo y el otro joven) se crea un nuevo equilibrio en donde el sistema inmune, las aptitudes cognitivas del animal y las más variadas funciones fisiológicas mejoran e incluso se reparan parcialmente algunos órganos en el animal viejo, en una palaba «rejuvenece» mientras que dependiendo del parámetro medido el ratón joven puede no sufrir alteraciones o empeorar sus constantes vitales, es decir «envejecer» por el intercambio de factores entre los dos animales.

Presentada la parte científica del tema, es más que evidente la dificultad de convertir este tipo de brillantes experimentos en una tratamiento médico factible en seres humanos. Primero está el aspecto ético, en donde es difícil convencer a las autoridades sanitarias de la legalización de un tratamiento que va a rejuvenecer a viejos millonarios al ser conectados a jóvenes (aunque estos sean inmigrantes ilegales del más depauperado Tercer Mundo) que pueden ver comprometida su salud. Segundo, la parte técnica es difícil por eso conectar todo el tiempo a dos personas como si fueran siameses, pero quizás un protocolo parecido al de las diálisis en donde los sujetos compartieran su sangre varias horas al día podría intentarse, aunque los resultados con ratones se obtuvieron al conectar a los animales por largos periodos de tiempo, en donde según cálculos en ratas el total de sangre intercambiada era de diez veces por día, así que para ser conservadores al menos 12 horas juntos para conseguir la mitad de este valor. Y tercero y quizás más importante desde el punto de vista científico, los experimentos sólo funcionan con animales pertenecientes a la misma cepa consanguínea (lo que en inglés se denomina «inbred strain«) en la que todos los animales son genéticamente idénticos entre sí, cuales gemelos monozigóticos.

 

En otros casos, cuando se han conectado por parabiosis animales de distintas cepas el sistema inmune de cada uno de ellos ataca a las células y a los tejidos del otro y se produce un rechazo de órganos generalizado, con el resultado de la muerte de los dos individuos en pocos días.

Entonces llegados a este punto, los prometedores resultados de los experimentos de parabiosis en múridos ¿no sirven para nada más que cómo curiosidad científica? Pues la respuesta (como casi todo en Ciencia) es que hay que profundizar más, estudiar los mecanismos, identificar los posibles factores rejuvenecedores y finalmente administrarlos como fármacos de manera controlada (individual o colectivamente) cuando hayan demostrado su eficacia en ensayos clínicos de doble o triple ciego.

Pero claro, parafraseando a Don Juan Tenorio «cuan largo me lo fiais, señor» si tenemos que esperar años, décadas o más hasta que la investigación básica en los mecanismos implicados (muchos de ellos actualmente desconocidos) sean aprovechables en la práctica clínica. Por ello, algunas avispadas empresas biotecnológicas han decidido saltarse todos estos largos, engorrosos y más que onerosos pasos y vender de manera directa (pero por supuesto nada barata, que el negocio es el negocio) un sucedáneo de andar por casa consistente en obtener sangre de donantes sanos, jóvenes y ¿porqué no ya de paso guapos? (que por pedir que no quede, por eso de que lo mismo algo se nos pega), separar el plasma y venderlo después como hace la empresa Ambrosía (¿notan el original juego de palabras olímpico?) a través de falsos estudios clínicos en donde, tras rellenar un breve cuestionario, el incauto con dinero de sobra en el bolsillo abona la bonita cantidad de 8.000 dólares estadounidenses por un litro de plasma derivado de esa milagrosa sangre, aunque si uno es previsor lo mejor será comprar dos litros a la vez ya que con el descuento se nos queda en «tan sólo» 12.000 euros, se la inyecta y luego tras repetir el proceso mensualmente durante un año en la empresa miden al interfecto cómo va su supuesto rejuvenecimiento. Por cierto, los donantes reciben 750 dólares por cada litro de sangre donada ¡viva el capitalismo en estado puro!.

Aunque hay que considerar que los precios de Ambrosia no son tan abusivos cuando se comparan con un producto similar del «Young Blood Institute» que cuesta 285.000 dólares por integrante de un «ensayo clínico» tan falso como el anterior. Y recalco lo de falsos, porque no están controlados por ningún hospital o centro de investigación, no hay aleatorización de los integrantes, tampoco grupo de control alguno, ya que los varios cientos de incautos que se han apuntado en cada una de estas iniciativas reciben el plasma (puesto que ya pagan su buen dinero por el) ni tampoco hay blindaje de pacientes o médicos alguno. Tal ha sido el escándalo montado en EEUU que la FDA obligó a las empresas a dejar de publicitar estos «ensayos», aún cuando ninguna de ellas ha dejado de comercializar el plasma joven como la nueva panacea antienvejecimiento ¡que por algo vivimos en una economía de libre mercado en donde la iniciativa privada es intocable! con un éxito más que aceptable entre los jubilados con recursos (y poco seso) de la soleada Florida, que aspiran a que su paradisiaca jubilación no termine nunca.

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  1. Sergio
    27 junio, 2019 a las 4:38

    Magufada o no, me anoto como donante.
    Oh no!!!! Cierto que no soy joven!!!!

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  2. heterobranqui vellut
    28 junio, 2019 a las 0:38

    Uau, vaya negocio! Casi ya parece el mundo de «The Dark Crystal» de Jim Henson, donde los crueles envejecidos rejuvenecen un rato si toman fluidos de otros más vitales. Como asusta, va fenomenal luego repasar mates con el vampiro de sus Teleñecos! A ver si duermo ya así 😉

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  3. Far Voyager
    30 junio, 2019 a las 22:01

    Hoy tenemos en Dynamis (emisora evangélica) a una periodista sin duda pastora (o eso pareció decir) quejándose de persecución por los ateos al querer que la religión sea privada (sabiendo a qué se refieren, parece que se ha olvidado que a muchos sus «buenas nuevas» no nos interesan y que si las necesitamos ya las buscaremos, sobre todo cuando vienen acompañadas de amenazas de infierno y de tener a un tipo berreando con un altavoz en una plaza aunque esos no fuera el caso) hablando de que «los ateos creen en algo», «son ciegos a todas las evidencias que muestran la existencia de Dios y todo ha sido creado» (por supuesto comparando el Big Bang con una explosión y afirmando que nunca ha visto algo aparecer de la nada», la presencia de moral demostrando la existencia de Dios (y que los «evolucionistas» por eso se están pasando al Diseño Inteligente al no poder explicar la teoría de la evolución la consciencia y la moral), que la Biblia tiene una opinión muy clara de los ateos (necios), y por supuesto para acabar que la Biblia tiene más saber que cualquier otro libro de entonces al predecir que la Tierra es redonda entre otras cosas que no se supieron hasta siglos después (me gustaría que me explicaran porqué no se habla de estrellas no visibles a simple vista, de otros continentes, o de microorganismos solamente por dar un puñado de ejemplos), y por supuesto puyas a otras ideas cómo la reencarnación frente a la «vida eterna» mientras defiende lo que ya sabemos y por supuesto presentándose cómo «los buenos» frente a la religión organizada (ya sabemos cuál es para ellos)

    Por mucho que puedan tener razón con que hay un ateísmo militante, ver a gente ignorante incluso en la ciencia más básica hablar y fallar estrepitosamente, pensando además que pintan mucho más de lo que pintan realmente y quejándose de que se les trate cómo a todo el mundo, no tiene precio. Recuerdo además la hipocresía de «pedir respeto», cuando ellos son los primeros en no darlo.

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  4. Luis Sanchez
    15 julio, 2019 a las 0:46

    Es casi seguro que en la primera mitad del siglo 21 tengamos grandes avances en el sistema inmunitario, en Células Madre, órganos de repuesto hechos con nuestras propias células y sangre artificial.

    El esfuerzo investigador lleva un crecimiento vertiginoso, que contrasta fuertemente con la distancia que se está creando entre países ricos y pobres. Tiempos excitantes para los que somos unos entusiastas de la Ciencia, y penosos al mismo tiempo para los que nos duele tanta miseria y falta de fraternidad con los más desfavorecidos.

    Salu2

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